Con motivo de la exposición que
La Pedrera le dedica a Perejaume, leí una entrevista del artista en La Vanguardia donde reflexionaba sobre el exceso de imágenes en el que vivimos. La idea de la sobreproducción visual me parece muy acertada, conceptos tales como los de la huella ecológica que hasta ahora se habían aplicado a nuestro consumo y estilo de vida comienza también a plantearse en sectores como los de la industria editorial.
El consumismo que rige nuestras vidas también tiene su efecto directo en los modos de consumo y producción cultural, es justo por lo tanto que nos planteemos cuánto se produce y sobretodo cómo.
Mi visita a la Frieze Art Fair me puso en evidencia esta sobresaturación visual,
únicamente una obra de Abraham Cruzvillegas en el stand de la
Galería Kurimanzutto me pareció capaz de mantenerse por encima de esa cierta obscenidad que se percibe en una feria de arte. Un conjunto de maderas recuperadas, entre puertas y antiguos muebles figuraban una especie de patio de juegos circundado por lo que parecía una traca de petardos o una cola que nacía de las propias maderas.
Me gustó por su simplicidad descarada, por la pobreza y autenticidad de su material y por que de no ser por el hecho de que me encontraba en una feria de lo más peripuesta, me hubiese encantado sentarme entre las maderas y jugar a casitas o indios o lo que surgiera.
La reutilización de materiales y el proceso de autoconstrucción es una de las características de la obra de Abraham Cruzvillegas, nacido en 1968 en Mexico D.F. su infancia tuvo lugar en el barrio de Ajusco, una barriada de campesinos inmigrantes, donde el sentido de trabajo comunitario era imprescindible para sobrevivir. La capacidad de construir sus propias casas con los materiales encontrados y la necesidad de preservar y amontonar objetos para su posible uso futuro marcaron en él la forma de entender el proceso de producción artística.
Con sus esculturas e instalaciones Abraham Cruzvillegas
pone en muestra un proceso a lo largo del cual tiene lugar una reflexión entorno al consumismo: utiliza los objetos de deshecho, los restos del consumo que nos hacen ver qué consumimos y los reutiliza en un juego que no implica la otorgación de nuevos significados por parte del artista,
no se trata de una representación sino de un proceso de transformación de significados que se activan en el momento de la interacción entre el público y la obra.
El suyo es un arte que no rehúye lo político y lo social, que reivindica un cierto carácter artesanal frente a la producción tecnológica del primer mundo, que ante la industria impone lo manual, que es consciente del alcance minoritario y elitista que tiene el arte entendido en su propio sistema de museos y galerías. En este contexto se enmarca uno de sus último proyectos, la
Galería de Comercio, un espacio urbano (de hecho es una acera) que renuncia a la comercialización de los proyectos artísticos que en él se exhiben y que sirve de plataforma para explorar la creación comunitaria del arte y la interacción directa con la vida diaria del barrio. ¿Combatiendo la sobreproducción de imágenes? No lo sé, pero seguramente dándole más utilidad que en una sala de exposiciones.
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