Guinovart y el piasaje de Agramunt

El viernes pasado estuve en Agramunt para visitar el Espai Guinovart. Mi visita estaba motivada por la exposición de Mireia C. Saladrigues, Akron, dentro del ciclo Impossibilitats, pero en lugar de hablar de ella lo que realmente me apetece es comentar las instalaciones y obras que vi de Josep Guinovart (Barcelona1927-2007).
El contacto con la obra de Guinovart  no empieza cuando entras en la sala de exposiciones sino unos cuantos kilómetros antes, cuando la espesa niebla de la provincia de Lleida comienza a extenderse por un paisaje plano hecho de verdes y de la intensidad marrón de la tierra. Los árboles, desnudos de hojas se erigen como fantasmas en medio de este paisaje llano y unos enormes pájaros, que después descubriremos que son búhos, se apoyan sobre sus ramas. Hace un frío intenso y la niebla es de esas pixaneres que te deja la cara mojada.

Vista general de l'Espai Guinovart en Agramunt. Foto: Camilayelarte
 Josep Guinovart, L'Era (detalle). Foto: Camilayelarte
 Josep Guinovart, L'Era (detalle). Foto: Camilayelarte
Una vez en la sala de exposiciones tres instalaciones dividen el espacio, Les quatre estacions, La Cabana i l'Era. De las tres, estas dos últimas son las que mejor resumen la síntesis entre la obra de Josep Guinovart y el paisaje de Agramunt. El suyo es un trabajo que nace de la relación con el territorio, con la cultura pagesa y la rudeza del campo. Los elementos de la naturaleza, los animales, las herramientas con las que se trabaja la tierra y los productos que nacen de ella son parte formal de su lenguaje. En l'Era una enorme plataforma de arcilla, que toma su forma de esa parte de las masías que sirve para separar el grano de la paja, se desarrolla un micro universo de simbologías y constelaciones construidas a base de aquellos elementos que hacen referencia a la vida de pagès y al paisaje de Agramunt: los búhos, las gallinas, lo conejos o la hoz para trabajar el campo.

Josep Guinovart, La Cabana. Foto: Camilayelarte
Josep Guinovart, La Cabana (detalle). Foto: Camilayelarte
Josep Guinovart, La Cabana (detalle). Foto: Camilayelarte
La Cabana en cambio crea un espacio mágico donde un árbol, la alzina, se alza en su interior envuelta por unas paredes construidas a base de arcilla y paja quemada y cubierta por una red que reproduce las constelaciones, ahora sí que reales, que rigen parte del calendario de la vida en el campo. Esta unión con la tierra junto con el lirismo cromático de sus trabajos hacen que la obra de Guinovart pueda enmarcarse en la tradición de Miró, aún así siempre he pensado que si no hubiese sido catalán, Guinovart habría podido ser un artista a medio camino entre Alberto Burri y el Arte Povera, por su uso del soplete y de los elementos de deshecho. 
Durante el camino de vuelta a casa, el paisaje que al llegar me había sorprendido por su austeridad recobra un nuevo sentido y de pronto recuerdo que otro artista catalán, Hernández Pijuan, también utilizó y reflexionó entorno al paisaje de las tierras de Lleida.

Camila y el Arte

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