La Feria de todas las ferias, allí donde a toda buena galería le gustaría exponer, cita anual para los coleccionistas con mayúscula y meta de los "yo me lo miro pero no me lo compro", entre los que me incluyo a mí misma.
Ya en el avión de ida uno se da cuenta de los perfiles afines al evento y a la llegada a la plaza de la estación de trenes de Basilea se disipan las dudas del camino a seguir.
Una marabunta de gente se agolpa a la espera del tranvia que lleva a la Messeplatz y el que no la tiene, aprovecha para comprar la entrada
bajo unas banderolas que a ritmo de un viento frío y húmedo hondean con el lema que nos ha llevado a todos hasta aquí: ART BASEL.
Abunda el gafapasta con sombrero a lo
Frank Sinatra, el perfil de mujer delgada, estilosa y super cool que bien podría salir en
The Sartorialist, sobresalen los italianos con panatalones rojos, naranjas y mocasines sin calcetines: arreglado pero informal, que al fin y al cabo es un evento de arte contemporáneo.
Aquí hay glamour y se nota, pero también es verdad que se mezcla con un público más bien familiar de la zona, me gustó mucho ver a tanto niño jugando en Art Unlimited como si fuera EuroDisney.
De todas las ferias es
la más grande que he visitado, de todas las ferias l
a más espectular y donde más evidente se hace que en una feria de arte se mueve mucho dinero. Discretamente se ven carros con obras embaladas y silenciosos señores con guantes blancos que las llevan de arriba a abajo, son las ventas, el motivo por el cual las más de 300 galerías internacionales han pagado por estar aquí. Pero no sólo es dinero lo que se mueve, también son relaciones, i
ntercambios entre artistas, galeristas, comisarios, críticos, toda la flora y fauna que conforma el sistema del arte contemporáneo. Y
por más que uno apueste por lo emergente, la descentralización, la creencia y lucha por la necesidad de crear discursos desde lo local y alejarse del
mainstream cultural,
hay que reconocer que cuando llegas allí caes de cuatro patas ante semejante muestra de poder. Es como al que le gusta el cine indie pero no puede evitar mirar la ceremonia de los Oscars.
Dinero y glamour aparte, la oferta artística es abrumadora, tanto por su calidad como por su espectacularidad. Aquí lo que se ve son
Señoras obras, propuestas donde
artistas super consagrados se dan de la mano con otros menos conocidos pero habituales en los circuitos feriales de arte contemporáneo. Una intenta abarcarlo todo y marcarse ciertos objetivos, pero es totalmente imposible substraerse a la tentación de dejarse llevar por el reclamo de aquello que a cada uno le llama la atención.
De entre las galerías super ventas destaco la
Gagosian Gallery, con el rey midas Larry Gagosian como director,
Marian Goodman,
White Cube...a mí las que más me gustaron fueron
M Bochum,
Konrad Fischer y
Nordenhake. De las nuestras estaban
Helga de Alvear,
Elba Benítez,
Elvira González,
Juana de Aizpuru,
Joan Prats y
Projectes SD, esta última con un proyecto de un solo artista, Jochen Lempert.
Desde
clásicos contemporáneos como las cajas
Brillo de
Warhol, los fieltros de
Robert Morris hasta las muestras de arte relacional de
Rirkrit Tiravanija o de un artista que hace copias de llaves (si alguien sabe quién es que lo diga, exponia en la Galeria Mennour), si se tiene suerte se pilla a alguno famoso, yo sólo vi a
Maurizio Cattelan y a Tiravanija.
Menos provocadora que
Frieze,
Art Basel busca la estupefacción a través de la excelencia, es el evento social y artístico del año en Europa, un lugar extraordinario que propicia descubrimientos y felices reencuentros.
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Carsten Höller, KroKodil, 2002 |
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Jennifer Allora & Guillermo Calzadilla, Solar Catastrophe II, Chantal Crousel, Paris. |
Lo mejor: La calidad. Art Unlimited, del que hablaré el proximo viernes.
Lo peor: Que en las entradas laterales no te entreguen la guía con el mapa.
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