Alexander Rodchenko. Cartas de París

Alexander Rodchenko. Cartas de París

Para qué vi Occidente, me gustaba más cuando no lo había visto. Así de claro le escribía Alexander Rodchenko (1891-1956) a Varvara Stepanova durante los meses, los únicos en su vida, en los que dejó la URSS para instalarse en el decadente París, con motivo de la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industrias Modernas celebrada en 1925.
El diseño del Pabellón y del Club Obrero soviético lo llevaron hasta allí y durante los meses que duró su estancia dejó constancia escrita, a través de las cartas dirigidas a su mujer, del impacto que Occidente podía provocar en la mirada de Oriente. Una mirada que Rodchenko definía como pura, simple y verdadera, totalmente alejada del provincialismo de la capital del arte europeo. Después de Picasso, Braque y Léger hay un vacío se lamentaba Rodchenko, que veía la abstracción como un elemento traído de Moscú y no bien interpretado por la vanguardia europea. 

Diseño para las mesas de ajedrez del Club Obrero. Alexander Rodchenko, 1925. Foto: vía http://rosswolfe.wordpress.com

La URSS en los años veinte era la promesa de un nuevo mundo y un nuevo arte que Rodchenko entendía como una nueva actitud hacia el individuo, la mujer y las cosas. Únicamente la superioridad tecnológica europea era digna de admiración, máquinas, ascensores y coches al servicio de una sociedad que parecía no entender bien cuáles son las cosas verdaderas y cuáles sucedáneos. Deseaba Rodchenko volver a la URSS para poder crear una sociedad donde los objetos cobraran un sentido y se convirtieran en los amigos y camaradas del hombre. No es necesario imitar nada, sino coger las cosas y transformarlas a nuestra manera, le aseguraba Rodchenko a Stepanova tras visitar a Léger y mostrarse de modo presuntuoso como verdadero artista de vanguardia, lo que hace él dejé de hacerlo yo hace mucho tiempo.


A pesar de la nostalgia por la patria y el convencimiento de que el comunismo es la única vía posible ante el capitalismo, las cartas de Rodchenko dejan traslucir también cierto síndrome Ninotchka, y es que cual Greta Garbo sucumbiendo ante el coqueto sombrero del film de Lubitsch, Rodchenko también se deja llevar por el frenesí consumista que tanto critica: trajes, zapatos, sombreros, y sobretodo cámaras fotográficas, entre ellas la Leica con la que nos enseñaría a mirar el mundo en contrapicado, son los objetos que el artista se lleva de vuelta a Moscú, un Moscú que desearía ver tan altamente productivo como el corrompido París. Mantener el espíritu de Oriente con la capacidad tecnológica de Occidente. El encuentro con Léger y la confrontación con la vida de un artista altamente reconocido y con una carrera consolidada lo lleva a reflexionar sobre las concesiones que esto conlleva: ya ves trabaja, trabaja y no vive mejor que yo, y a mí me gusta no solamente que escriban sobre mí, también me gusta estar tumbado al sol, o dedicarme al cine-foto o Dios sabe qué… y ser un niño y olvidarlo todo. 

Alexander Rodchenko, Cartas de París.
La Fábrica Editorial
Madrid, 2009
Precio: 3€ en La Fábrica

Camila y el Arte

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