Villa Panza, la colección Panza di Biumo en Varese

Quien conozca Milán sabrá de su melancólica luz lechosa y húmeda niebla, una característica atmosférica que pone a prueba la resistencia de todo aquel que haya nacido al sur de los Pirineos. Pues bien, no todo es gris en Lombardía, a unos pocos kilómetros de Milán se encuentra Varese, la città giardino o la Versalles de Milán como la llamaba Giacomo Leopardi. Varese es verde, su naturaleza exuberante se abre al cielo que se refleja en el espejo de las aguas del lago que la circunda. Varese anuncia la rotundidad del paisaje de las montañas de los lagos del norte de Italia cuya belleza desbordante nos sume en una tensión creativa que nos devuelve a los orígenes, a la indivisible unión entre el hombre y la naturaleza. 
No sería de extrañar que el haber nacido y crecido ante este paisaje condicionara el modo de entender y concebir el arte de unos de los más importantes coleccionistas de arte contemporáneo del siglo XX, Giuseppe Panza di Biumo (Milán, 1923-2010). 

Villa Panza, Varese, 2013. Foto: Camilayelarte
Villa Panza, Varese, 2013. Foto: Camilayelarte

Villa Panza, Varese, 2013. Foto: Camilayelarte

En una de las colinas de Varese se alza Villa Panza, donada al FAI (Fondo Ambiente Italiano) por su propietario y gestionada como museo desde finales de los noventa. Una de las características principales de este espacio es que permite ver arte contemporáneo en un contexto arquitectónico histórico, una villa italiana del siglo XVIII. Tal y como ocurre cuando se visita el Castello di Rivoli, en Villa Panza sorprende observar lo bien que pueden funcionar juntos un fresco con puttis y una escultura de John McCracken. Esto lo sabía de sobras Giuseppe Panza, quien entendía el arte siempre en relación a un contexto dado, por ello cada muestra pública de su extraordinaria colección era estudiada hasta el mínimo detalle. Así lo contaba con naturalidad y emoción su esposa Giovanna, en el homenaje celebrado en Art Basel tras su fallecimiento en 2010: si algo sabía hacer bien Giuseppe Panza era colgar un cuadro.

Phil Sims, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte
Alan Graham, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte
 Villa Panza, vista general, 2013. Foto: Camilayelarte

El arte se vive, se experimenta, conlleva un desplazamiento físico a un lugar concreto y una disposición mental que se activa en el momento en el que nos hallamos ante una obra que dialoga con un espacio y con nosotros mismos. La obra de arte era considerada por Panza como una herramienta para trascender el conocimiento humano, para alcanzar valores absolutos que den sentido al ser y existir del hombre en la tierra. Era la suya una visión idealista del arte, y su colección un modo de hacer filosofía
En Villa Panza el arte viene contemplado, el lugar, el paisaje, la luz y el azul del cielo disponen al alma a esa contemplación. Tras donar una de las mayores colecciones de arte norteamericano de los sesenta y setenta al MOCA de Los Ángeles y al Guggenheim de Nueva York, lo que se puede ver en la villa es tan sólo un 10% del arte por el que apostó Giuseppe Panza. Los grandes nombres y las grandes obras del Pop art, el minimalismo, post-minimalismo y arte conceptual que hicieron famosa su colección no están allí, de hecho parte de lo expuesto son obras adquiridas a finales de los ochenta y principios de los noventa, en la segunda fase de constitución de la colección. Pero lo que sí alberga Villa Panza y la convierte en visita obligada es la presencia de una de las mayores obras de arte ambiental del siglo XX, en concreto las instalaciones que Dan Flavin realizó a mediados de los 70  específicamente concebidas para la villa.

Stuart Arends, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte

Ettore Spalletti, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte
Ettore Spalletti, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte

Como respuesta a esta búsqueda de lo absoluto con la que Panza asociaba la creación artística, las obras presentes en la villa son una muestra de pintura post-minimalista, que tan bien se adapta al ambiente rococó de su arquitectura. Las obras están dispuestas creando un único ambiente dedicado a un artista o dos como máximo, un gesto muy generoso que busca enfatizar la unidad y la coherencia en la percepción de la obra
La visita al piso inferior y superior es una sucesión de estancias dedicadas al monocromo, recordemos que Panza fue uno de los primeros en apostar por la obra de Robert Ryman, ese gusto por la reducción cromática continuó a lo largo de los años a través de artistas de los ochenta cuya obra es estéticamente afín al minimalismo. Nombres como Stuart Arends, Phil Sims, David Simpson, ofrecen una equilibrada harmonía que invita a transitar por el espacio no ocupado sino también creado por la propia obra, acompañando a la mirada en un contínuo ir y venir desde el interior de la arquitectura hacia el paisaje del exterior que se cuela por las ventanas. En línia general no creo que se trate de grandes obras pero sí de una colección con identidad propia, los artistas presentes no son los que mejor han tratado el monocromo tras el minimalismo, no tienen la presencia y capacidad espacial de un Alan Charlton por poner un ejemplo, a excepción de la siempre pura y emotiva instalación de Ettore Spalletti y de la obra de John McCracken, sino más bien de una equilibrada experiencia estética que se sustenta principalmente por el contexto arquitectónico. 

Dan Flavin, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte
Dan Flavin, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte
Dan Flavin, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte

Esta coherencia ambiental que se transmite en las salas de la villa llega a su máxima expresión en el ala que  Giuseppe Panza destinó a proyectos de arte ambiental, resultado del estrecho vínculo que estableció con la escena artística del movimiento Light and Space de la California de los años sesenta y setenta. En cierto modo el conjunto de Villa Panza alcanza el ideal de integración de las artes visuales en un todo formado por la unión dependiente entre arte, arquitectura, escultura y paisaje. Casi emulando un Rafael del siglo XX, las famosas stanze de Dan Flavin, distribuidas alrededor del no menos famoso pasillo que las ordena se acompañan de otros dos grandes nombres del arte ambiental, Robert Irwin y James Turrell

Dan Flavin, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte
Robert Irwin, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte
James Turrell, Villa Panza, 2013. Foto: Camilayelarte

Visitar Villa Panza supone un ejercicio de conciencia de nuestra percepción, visual, física y psicológica. El corridoio que recorremos para adentrarnos en las obras de Flavin nos muestra cuan cambiante es nuestra percepción del color al anular a través del verde la sinfonía de rosas y azules que emanan las habitaciones. Lo mismo ocurre al entrar por el pasillo que nos lleva a la ventana abierta de Robert Irwin, cuya pared aparentemente real acaba revelando la existencia de otro espacio únicamente intuido por la vista, que nos engaña y necesita del tacto para romper con la ilusión visual. Si el paisaje de Varese se mide constantemente con la colección Panza, la obra de Irwin lo adopta como elemento formal, mientras que James Turrell lo hace con la luz, materializándola en el espacio a través de la intervención en la arquitectura, consiguiendo la trascendencia absoluta hacia un paraíso de luminosidad casi cegadora. Percibir, contemplar, trascender la realidad desde la realidad misma de la que nace el arte, ante el espectacular entorno que la circunda y que nos lleva de vuelta al origen

Lecturas recomendadas:
Oral history interview with Giuseppe Panza, 1985 Apr. 2-4, Archives of American Art, Smithsonian Institution

The Panza Collection initiative
Conversations. In honor of Giuseppe Panza di Biumo

Álbum de fotos completo en nuestra página de Facebook

Villa Panza
Piazza Litta, 1 - Varese, Italia (mapa)
De martes a domingo de 10-18h
Precio adulto: 8€


Camila y el Arte

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