Desde que el hombre es consciente de sí mismo y de su existencia a nivel filosófico y religioso, existe el arte. Existe porque es el lenguaje con el que el ser humano expresa todas aquellas complejidades inherentes a la vida: la muerte, el deseo, la fe, la falta de ella... Cuando tal vez ninguna explicación racional puede expresar ni explicar el dolor ante un determinado hecho, el arte inventando un nuevo lenguaje consigue hacerlo.
Foto: Camilayelarte |
Memoria Fragmentada 11/S de Francesc Torres en el CCCB es una instalación formada por las fotografías que el artista tomó en el Hangar 17 del aeropuerto J. F. Kennedy de Nueva York, una especie de templo improvisado donde salvaguardar los restos del dolor, todos aquellos "artefactos" según el título de la instalación pero en realidad más bien restos, de los atentados a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001.
Vista del Hangar 17 en el aeropuerto JFK de Nueva York. Foto: Camilayelarte |
La exposición nos enfrenta a la reflexión sobre la necesidad humana de conservar la memoria ya sea de un ser querido, de una figura religiosa o de un hecho histórico a través del objeto. Nuestra naturaleza parece ser fetichisita en este sentido, tal vez sea distinto en Oriente, pero en Occidente necesitamos otorgar la condición de símbolo a todo aquel resto material que tuvo algo que ver con esa persona amada, venerada o bien con ese hecho histórico que cambió nuestra forma de ver el mundo.
© Francesc Torres- VEGAP- 2011 Foto via CCCB |
Una de las fotografías de Torres muestra como en los días posteriores al atentado, hubo herreros que tallaron símbolos religiosos de las vigas de hierro de las torres que fueron entregadas a los familiares de las víctimas. Más allá de las complejidades del sistema del arte, condicionado por la economía, la política, y un larguísimo etc, el ser humano es un ser simbólico y el arte cumple su función dentro de esa necesidad.
Alexander Calder, WTC Stabile (1971) © Francesc Torres- VEGAP- 2011 Foto via CCCB |
Sólo un artefacto de Memoria fragmentada se nos presenta en su naturaleza real y física, es el resto de la escultura de Alexander Calder WTC Stabile (1971), un amasijo de hierro descolorido que si no fuera porque conocemos al artista poco explicaría de cómo eran sus obras. Esto me hace pensar que tampoco nosotros conocemos cómo era exactamente la Victoria de Samotracia, pero aún así la hemos conservado en tanto que símbolo y belleza de nuestro pasado. Pero el amasijo de Calder no está en el pedestal de la sala de exposiciones del CCCB por su belleza malrota sino porque simboliza la violencia y el dolor de un hecho histórico que Francesc Torres ha sabido mostrar sin morbosidad ni sentimalismo y sí desde el silencio y el respeto.
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